Desde hace 1 año y 45 días en Guatemala estamos viviendo la pandemia de covid-19. Este virus que se ha regido como una poderosa proteína capaz de provocar un caos mundial afectando la salud del ser humano. Nuestro país llega según lo publica el Ministerio de Salud, a casi 225,000 personas contagiadas, y alrededor de 7500 personas fallecidas, aunque expertos estiman que esta cantidad es aun mayor a lo publicado.
Estos números parecen no decirnos nada pero al revisar nuestra experiencia de lo vivido por nuestros vecinos, amigos y familia comprendemos que este virus puede afectar a CUALQUIERA, y nadie está a salvo ni siquiera los vacunados a medias, pues la mayoría está pendiente de la 2a dosis, pero por ahora la vacunación es sin lugar a dudas una esperanza que no existía hace un año.
Viene a mi memoria el fallecimiento de mi madrina de boda, de mi amiga Debby, de don Boris en Huehuetenango. Un hermano y varios primos hermanos, han enfermado .
La mayoría sabemos de las consecuencias y aplicamos en lo posible las medidas de prevención por todos conocidas pero de las más difíciles de aplicar el distanciamiento social especialmente con nuestros seres amados.
No he besado ni abrazado a mis hijos desde hace 410 días, me he limitado a celebrar muchos momentos especiales con mi familia y eso por ahora nos ha mantenido sanos, pero ha tenido un costo muy alto, si extraño los abrazos , los besos, las tertulias sin mascarillas. Pero quiero cuidarlos y sigo enfocándome en otras cosas y a mantener la comunicación bajo otras reglas.
Dos actividades me han ayudado muchísimo, la práctica del ciclismo cuando se permitió la movilización y los huertos urbanos.
El primero me ha permitido disfrutar del bosque, de mi familia al aire libre y de lo que significa montarse en un vehículo no contaminante, sin ruidos, con mínimos gastos y poder disfrutar el viento, el aire, el agua, el contacto con la gente, con una realidad imposible de vivir desde los automóviles. Es injusto en nuestro país tener que pagar para poder comprar, tal y como sucede en los supermercados y Centros Comerciales, práctica usurera que no se acostumbra en otros países, esto es posible evitarlo si tienes bicicleta ya que por ahora algunos ofrecen parqueos gratuitos.
La bicicleta desde hace ya unos 14 años que la disfruto y ahora más, espero seguir usándola y promoviendo su uso pues nos brinda disfrute, salud y vida y además permite protegernos de esta pandemia al calma la ansiedad a olvidar los miedos y evitar las aglomeraciones en los autobuses.
Y ahora quiero contarles del huerto urbano , fue mi descubrimiento, construí con ayuda de mi esposa y mi hijo algunos bancales, compré tierra abonada y más masetas, elaboré composta utilizando mucha materia orgánica y reciclé un tinaco averiado en una maseta gigante, además de un bote de basura convertido en compostera que me provee abono de primera para los cultivos.
Las terrazas de la casa ahora se han llenado de flores de colores, verduras y árboles que proveen un verdor , aromas y frutos que nunca imagine cultivar en una casa de cemento.
Disfrutar de un picado de rábanos con chicharrón y yerbabuena. O comer una ensalada con tomates, lechugas, apio o bocoli, te brinda una satisfacción y una alegría a pesar de la pandemia. Cortar unas ramas de perejil fresco para acompañar las tostadas con salsa de tomate y queso seco, un jocón con tomates verdes del huerto, o cilantro, además de comer una fresa silvestre o un higo. O deleitarte de un te de limón o de manzanilla recién cultivada. O un ceviche con yerbabuena , un licuado de papaya con piña acompañado de unas hojas de menta. Y que decir de una costilla de cerdo asada con romero , o bien unos espaguetis con albahaca.
Aprender a lidiar con las plagas, preparar la composta y evitar los mosquitos y las moscas, preparar los insecticidas naturales sin químicos, ha sido un autoaprendizaje disponible a través de las redes sociales.
Y así mis días pasaron , mi soledad se fue, al recibir la visita de las abejas que a diario recolectan el néctar de las flores especialmente de la albahaca. La emoción que sentí un atardecer, cuando vi por primera vez una luciérnaga.
Así , la felicidad se siente adentro de uno, se produce al poder realizar lo que nos gusta, deje por un año de visitar restaurantes como lo hacía o un spa, o los hogares de mis seres amados, pero en esa búsqueda de otras opciones encontré estas dos alternativas que me han funcionado.
Espero, confío y lucho por seguir protegiendo y protegiéndome de este virus letal y traicionero y que pronto, muy pronto superemos y volvamos a nuestras vidas de antes aunque transformados y con una mayor valoración de las cosas simples. Un rayo de luz al final del tunel se avista y esa esperanza es la que nos mantiene firmes.