En la sobremesa en la cena de ese día, compartía con mi esposa e hijo, que sentíamos y que sucedía antes, durante y después de la semana de la feria huehueteca, intentaré recordar en los próximos párrafos algunos de los gratos recuerdos de esos años pasados y que sucede hoy mismo en una época moderna y aprovechando la vista de mi padre le agrego algunos detalles que yo desconocía o que no me recordaba.
Allá por los años cincuentas y sesentas, me cuenta papá que la feria al igual que ahora tenía un día de desfile al que acudían 4 a 5 establecimientos y todos cabían en la cancha de basquet bol que se ubicaba en donde funcionaba el Club de Tenis, lo que hoy es la zona 8 , existía un edificio de madera el cual separaba un salón de baile. Allí cabía toda la concurrencia y sin faltar unos pocos juegos mecánicos y las chinamas que eran construcciones de lona y madera o lámina en donde se vendía comida o las famosas roscas.
La feria se realizaba en lo que conocíamos como los "Campos de la feria" en la cual existían varios campos de fut bol, hoy es el espacio que queda al norte del Estadio Mario Camposeco , estaba enfrente la famosa cantina "El Golazo", allí en el pasado existió el hipódromo municipal y donde se realizaban carreras de caballos, hoy esto es un recuerdo y algunos todavía de niños pudimos observar la caseta de madera donde había una campana en la cual se daba el inicio del arranque de las carreras, por ser un total desconocedor de las carreras de caballos y sus instalaciones me disculpo por las exiguas descripciones aquí dadas.
Ya en nuestras épocas los años 70's, lo que siempre precedía a la feria eran las Veladas culturales, siendo una de las más famosas y esperadas para nosotros los niños de esas épocas era la Velada infantil, recordamos la infructuosa recomendación de mi madre de ponernos a dormir el día la velada para aguantar la desvelada. Ese día en el teatro Municipal de Huehuetenango nos ubicabamos si teníamos suerte en alguno de los palcos para observar a las damitas y a quien se elegía la Reina infantil, en uno de esos años recuerdo al buen mozo que fue paje de una de las damitas mi querido hermano José y que lucía un flequito muy elegante y admirado por las niñas. No recuerdo si la niñita ganó el certamen pero lo cierto es que la niña ganadora , sus pajes y las demás damitas participaban en el desfile de la feria en la Carroza Infantil y por supuesto sus pajecitos.
El desfile es un evento que se vive y se espera, además de los incansables "ensayos" para quienes alguna vez tocamos en las bandas escolares, ese día es especial, te bañas te pones tu ropa nueva o recien planchada y portas la banda si es que eres alumno distinguido o colocas los adornos al redoblante.
Te sientes el estudiante más feliz, distinto, muy presentable y orgulloso de tu look, y te vas a formar filas o a tomar su lugar y todos nos sentimo entusiasmados y con ansias de marchar, otros años se hicieron presentaciones folclóricas y un año recuerdo que hicimos pirámides humanas . Ya a finales de los años 70s y principios de los 90´s , el crecimiento de la población escolar, obligó a la división del desfile en varios y distintos días, en nuestra época eran dos, el de parvulitos y el magno desfile que finalizaba en el campo de fútbol con sus carrozas al final y en ella se daban premios y reconocimientos casi siempre la carroza de don Fausto era la ganadora.
Nos sentíamos felices al ser admirados por la familia, amigos, vecinos que nos felicitaban por ser alumnos y alumnas destacados, por lo lindo que se veían las carrozas, todo era una algarabía y una emoción la cual culminaba en el campo de la feria donde todos nos despedíamos y luego a disfrutar la feria.
Las delicias de las garnachas, papá me contaba que las mejores eran las de las juchitas, las que llevaron las cocineras de Juchitán México, cuentan una historia algunos afirman que es una leyenda urbana de que un año, cerca de las garnacheras encontraron como 20 colas de chuchos y que sanidad buscaba por todos los medios a los responsables, todos decían que la delicia de la carne molida de las garnachitas eran de los malogrados canes, pero seguro era una historia. Pero si te gustaba la carne azada llegaba el restaurante argentino o si querías algo más típico encontrábamos el pepián o los deliciosos sandwiches de Las Palmeras, eso sí, cuando llovía, llegar a los comedores, era una odisea brincando los charcos y lodazales, pero nada que las tablas y los paraguas no pudieran superar.
Las ruedas de chicago, la que me hizo chillar de miedo, la primera vez que subí a ella recuerdo haber rogado a mi madre para que subieramos y luego suplicarle que parara ese animal infernal ,que se llevaba a cada vuelta mi estómago a no se donde, fue hasta 30 años después que logré superar mi miedo, al tener que acompañar a mis hijos a la famosa Rueda de Chicago, pero ahora ya no tuve necesidad de llorar.
Las sillas voladoras o el carrucel con sus elefantes, caballos y carrozas, los algodones, las manzanas en dulces y por supuesto las roscas. Pero no podían faltar los futillos, el tiro al blanco, y lo más moderno que apareció y nos sorprendió un año los go cars, eran carísimos pero alli estábamos subiéndonos a completar una o dos vueltas en la pista de tierra.
Los restaurantes de más prestigio contaban con estructura de madera y lámina y piso de madera con mesas metálicas o de madera, pero la comida típica como el pepián era buscado en las chinamas con las meras cocineras donde llorabamos por el humo, pero donde mejor se comía y mucho más barato.
Y por las noches los bailes y los juegos nocturnos de basquetbol donde los famosísimos basquetbolistas de la familia Gálvez o los Solares, nos hacía gritar y patear las gradas del gimnasio de la emoción y verlos ganar a los equipos visitantes.
Además estaban los juegos de fútbol aunque muy poco puedo contar de ellos pues como han de saber no soy muy fanático de este deporte excepto cada 4 años, y por cierto ojalá mañana tengamos un excelente partido entre Franceses y Croatas.
Y así sin más dinero que el necesario para comprar algunas rosquitas, llegábamos al final de la semana. El último domingo por la tarde en uno de esos tantos años que asistí a la feria, recuerdo que estábamos dentro del automóvil con mi familia y podíamos apreciar en el exterior, ya como un mar de gentes como hormigas empezaban a desmontar los locales comerciales y los puestos de la feria para colocarlo en los camiones y dirigirse al próximo pueblo. Y allí se terminaba todo, para luego de 12 meses volver de nuevo a los preparativos.
Y asi termina mi relato del pasado que empezó en 1878 como Feria del Carmen, luego en 1892 Las Fiestas de Concepción en diciembre y finalmentne en 1934 que se estableció la Feria departamental de Julio para realizarse del 12 al 18 de julio de cada año. Esperamos que esta feria se mantenga viva y permita ir construyendo ese tejido social y cultural que nos hace llamar y sentir huehuetecos.




Fuente consultada: http://aquihuehuetenango.blogspot.com/2013/06/resena-historica-fiestas-julias-y-su.html
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