Cuando nuestros seres amados se van, pensamos en ellos y
para quienes tuvimos la experiencia de convivir juntos, los recuerdos se avivan
en nuestra mente.
Recordar a mi tía Lulu (así sin tílde), me traslada a mi niñez, esta mujer
sembró su cariño y su dulzura tanto en actos, como en gestos inolvidables que
jamás podría olvidar. El regalito navideño era infaltable, detallista para su
selección, demostrando así que para ella dar un obsequio no era salir de un
compromiso era un verdadero gesto de amor, y cuando tuve a mis dos hijos continuó brindándome el obsequio a través de ellos.
Sí, yo percibo que
ella disfrutaba cuando le agradecíamos los regalos que recibíamos, intentaba
descubrir si lográbamos atinarle a las razones de su elección.
Ahora que pienso en momentos especiales de mi vida tales como
Navidad, los cumpleaños, las graduaciones, las bodas, los entierros, las
fiestas, allí estaba mi tía Lulu.
Mujer luchadora y trabajadora, artesana, diseñadora natural,
enamorada de los adornos y las manualidades pero también excelente estudiante y
profesional. Emprendedora de sueños, agradecida con la vida. Posiblemente no
perfecta, talvez muy severa en sus enseñanzas y en exigir lo mejor para sus
hijos y su familia, pero siempre clara en sus metas y proyectos.
Hoy partió al más allá, querida tía, siempre le tuve un
inmenso cariño , me confieso cobarde para irla a visitar al hospital, no tuve
el valor de verla, mi alma y mi
pensamiento siempre estaban con usted, decidí recordarla como en nuestra última
plática , motivada por su mejoría, porque sé que no le faltaron visitas y a
montones.
Hoy se cerró un capítulo más para la vida de todos los que
nos quedamos, nos deja un legado de amor y de ejemplo de trabajo digno.
Descanse querida tía Lulu que el Señor la recoja en su regazo,
la transporte a ese bello lugar paradisíaco repleto de ángeles y rodeada de los
suyos, seguramente estará ya maquilando ideas para mejorar los arreglos del
salón celestial.
Hasta siempre, su sobrino Rudy.
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